El Ramón Cisterna y el Alberto Retamal habían comenzado su capacitancia como aspirantes de policía en Zapala. Para eso es que viajaban todas las semanas por el colectivo Cono Sur. Que no eran como los de ahora, con asientos reclinables y todo… Nada que ver. Se paraban cada dos por tres y más vale que no nevara, porque al toque todos los pasajeros a arremangarse y a empujar, porque ni para cadenas tenían.
Mientras esperaban el ómnibus aprovecharon para degustar, en la parada de su Tricao Malal natal, un asadito de chivo, acompañado por abundante cerveza. Y se llevaron, por las dudas no se deshidrataran en el viaje, algunos envases del refrescante líquido espumoso. Prevenidos los aspirantes a cuidadores del órden público.
Debo destacar que debían realizar un analisis de orina para completar los requisitos del examen médico, indispensable para acceder a la posibilidad de desempeñarse en la fuerza de seguridad.
Nunca se habían hecho dicho examen, en realidad ni ese ni otro. De alguna manera se sentían protagonistas de una experiencia científica. Gajes del oficio, que le dicen. Del oficio de aspirantes policiales. Por lo que es comprensible que portaran una cierta inquietud.
Llegaron a Zapala a la mañana temprano. A tiempo para pedir los envases de las muestras de orina. Para ello pasaron por la ventanilla del laboratorio, donde una blonda secretaria les entregó los receptáculos para incluir el aúreo líquido contenido a duras penas en sus rebosantes vejigas.
– Ah…. ustedes son los de Tricao Malal que vienen por los análisis de orina.
El esfuerzo para contener la emisión era evidente. Fue por ello, y no por mala educación que casi ni contestaron.
Había un solo baño de uso público para desarrollar la operación meada analítica.
Primero pasó el Ramón Cisterna. Tardó bastante, seguramente porque tendría abundante líquido guardado.
En tanto, el Alberto Retamal se retorcía para aguantar. Las contorsiones fueron el comentario de las personas que estaban haciendo la cola para sacar turno.
La señora de campera verde brillante opinó a su acompañante que seguramente ese individuo sería un paciente psiquiátrico, que no le sacara la vista de encima, no sea cosa que cometiera alguna inconducta.
Dos hermanitos que estaban un poco más atrás acompañando a su mamá se pusieron a imitar al Alberto con tanta capacidad que por poco no se hacen pis encima.
En cuantito salió el Ramón el Alberto se metió adentro, como chiflete. Y así también salió porque se había olvidado el frasco encima de un banco. Iba de vueltas la cosa.
Al ratito nomás apareció nuevamente. En una mano traía el frasquito entregado por la blonda secretaria. Con la otra mano se apretaba su miembro viril, que como todos sabemos también cumple la función de emitir orina, intentando parar la emisión de la meada. Y casi como susurrando, se dirigió a la blonda secretaria que lo contemplaba con unas expresión inenarrable:
Señorita…señorita. No tiene otro frasco un poco más grande ?