No cabe duda que don Esteban Fuentes, vecino prominente de Andacollo, es un hombre emprendedor si los hay.
Desde chico, según los que lo conocen, tenía esa aptitud. Era el que organizaba el fútbol de la bandita de chicos, en el potrero de la esquina del barrio Cuarta División.
Ya más jovencito, disponía todos lo necesario todos los sábados para la matiné.
Y así para todo, no podía ser menos en el trabajo. Eso sí, un poquito cabeza dura. Como casi todos los emprendedores, por otra parte. Porque nadie es perfecto, como se sabe.
Lo real es que un día, al Esteban Fuentes se le ocurrió otra de sus ideas emprendedoras.
En esta oportunidad, la idea se le vino cuando estaba tomando mate a la sombra del damasco de su patio, donde, dicho sea de paso, también solía lavar su portentoso Falcon modelo 80, que es uno de sus orgullos.
Mate va, y mate viene, se preguntó porqué no aprovechaba un poco mejor el terreno, amplio terreno, que tenía al frente de su casita. Casita que había levantado, como todos sus emprendimientos, con mucho esfuerzo, alegría y sobre todo tesón. Eso sí, rápidamente, porque el Esteban es así. Cuando define algo, le mete para adelante y hasta que no termina no se habla de otra cosa.
Lo mismo es para los viajes. Cuando salía con su Falcon 80, le cargaba nafta, le revisaba el aceite, la presión de las gomas y el agua. Y después, no paraba hastsa llegar a destino. Salvo que tuviera que cargar un poco más de nafta en el camino.
Volviendo al tema arquitectónico, el Esteban comprendió, entre mate y mate, que el patio que estaba por delante del damasco donde tomaba mate era un desperdicio propiamente. Ya Andacollo estaba bien poblado, y necesitaba espacios para su desarrollo productivo. Y él, tenía más de 25 metros de fondo
por 15 de ancho totalmente desperdiciados. Encima, con lo caro que se pagaba el alquiler de cualquier localcito de morondanga. Pero la plata no era lo principal. El tema que lo convocaba era el impulso productivo.
Así que ahicito nomás diagramó tres locales, ni grandes ni chicos, lo necesario, exactamente lo necesario. De paso, aprovechando las paredes de los vecinos.
Porque buenos vecinos, tanto doña Isabel como don Eustaquio no pusieron ningún problema.
– Hay que hacer adelanto en la vida, por supuesto, don Esteban. Métale para adelante nomás.
Y el don Esteban Fuentes, mandado a hacer, le metió para adelante.
Un par de camionadas de relleno, una mallita cima por aquí, otra por allá, algunos fierritos de refuerzo, unas bolsitas de cemento, y ya estaba la platea.
Como no era cuesti{ón de andar desperdiciando los manguitos, ya le metió a los ladrillos, las columnas y los encofrados.
El techo, en dos pataditas, con la ayuda del compadre, que de eso entiende bastante.
Se le complicó un poco con los servicios de agua y gas, pero como no es bueno ser omnipotente en la vida, contrató los servicios del Pato Cifuentes, destacado especialista local en el tema, a más de compadre.
Por el lado eléctrico, casi sin problemas. Siempre se arregló el Esteban Fuentes con esas cosas de cableríos.
Lo real es que salieron, casi por arte de magia, tres locales que posteriormente se orientaron hacia los rubros de rotisería, despensa y verdulería con anexo de kiosco. Que le permiten un ingreso que sin ser descomunal, le facilitan la vida bastante. Sobre todo en estos tiempos en que la plata nunca alcanza.
También, ya que estaba, le agregó a su casa una pequeña salita de estar, para tomar mate cuando hace frío. Porque sigue tomando mate bajo la sombra del damasco, cuando el tiempo le permite.
Eso sí, cada pocos días pone en marcha su Falcon modelo 80, que quedó bajo el damasco. Para que no se le peguen los aros. Ya le sacó las cuatro ruedas.
Es que tuvo la mala suerte que justo los locales le quedaron tapando el acceso a la calle