Año Nuevo del 2007 en la Guardia del Hospital Zapala. Hay mejor programa para iniciar el año. Pero… son gajes del oficio.
Por lo menos es lo que pensaban Cachito Fracchia y Laura Zuchetti, médicos a cargo de las urgencias de Zapala y sus alrededores.
Suele haber menos trabajo en esa temporada, pero cuando llaman, llaman en serio.
– Doctor, piden la ambulancia. Alguien se ahorcó en el barrio CGT.
Todo un tema la llamada por un presunto suicidio consumado. La tarea se orienta a los deudos de la víctima y no es tarea fácil. Pero… algunas veces se llega a tiempo para intentar una reanimación. Y la urgencia se basa inicialmente en esa posibilidad.
La cosa es que la ambulancia salió más que rápido portando en su interior a ambos médicos provistos de la parafernalia de emergencias, léase equipo de reanimación y la esperanza de llegar a tiempo.
El chofer, conocedor de la cosa, se metía por atajos insospechados buscando ganar segundos y metros a la parca.
Todos sabemos de la onda docente de Cachito. Enmarcada en la preocupación por ser operativo.
– En cuanto lleguemos se va a complicar la cosa. Viste como es… Los vecinos y parientes nos van a atosigar. Por eso nosotros llegamos reanimamos y metemos a la víctima lo más rápido posible en la ambulancia.
Laura escuchaba, atenta como siempre. Avidez de conocimiento que le dicen.
Frenada de rigor, aglomeración discreta de vecinos con los comentarios del caso, descenso abrupto del equipo sanitario, que se orienta casi automáticamente hacia una mujer tendida en el piso y auxiliada por un par de solícitos.
Comprobada la presencia de signos vitales, es depositada prestamente en la camilla, a su vez en la ambulancia. No sin antes eludir a algunos desaprensivos que intentaban hablar con los médicos entorpeciendo la operación sanitaria. Por suerte ya Cachito lo había previsto.
En el trayecto y saliendo de la inconsciencia, la señora forcejea mientras Cachito le inserta en forma autoritaria el collar ortopédico. Las urgencias también suelen ser poco democráticas.
Cuando la descienden en la guardia, ya más lúcida, la señora muestra signos de disconformidad con el trato que recibe. Intenta infructuosamente quitarse el collar, y emite algunos sonidos guturales. Todo conformando un cuadro clínico promisorio en cuanto a la supervivencia.
Mientras Laura trata de iniciar el clásico interrogatorio, Cachito le desabrocha con cuidado el collar para proceder al examen físico.
Es entonces que la enfermera de guardia atiende el teléfono.
– ¡No puede ser! ¿Usted está seguro?
Escucha atentamente, cuelga el tubo, y dirigiéndose lo más respetuosamente posible a Cachito, le comunica la infausta nueva:
– Doctor, creo que el collar no es necesario. Y tenemos que mandar de vuelta la ambulancia. Trajeron a la esposa pero parece que el colgado quedó en el barrio nomás.