En los parajes la inquietud por el conocimiento tiene sus características. A diferencia de los puebleros, es significativo el que deviene de la experiencia, propia o de cercanos. Muy por encima del saber que se obtiene de la lectura de libros o de la formación académica.
Para peor, en el caso de doña Inquisitiva la cosa se complica Es por todos conocida, y comentada, su capacidad para el curioseo. Los vecinos suelen adjudicarle excesos de contemplación.
Desde la ventanita de su ruca, no se le escapa movimiento. Encima, su casita está más que bien ubicada para dicha actividad, en lo alto del montecito que da a la ruta frente a la escuela del paraje.
La cuestión es que en aquella oportunidad ya había consultado la vecina en el Puesto de Salud de Ruca Choroi. Y el distinguido doctor Fabián Gancedo, en un alarde de su saber científico, le recetó un colirio con antibióticos para la cura de su conjuntivitis purulenta.
Es que hacía días que le picaban los ojos y para peor una secreción amarillenta le opacaba la visión.
Imagínense, justamente le complicaba la mirada, con lo que la necesitaba para sus ejercicios de semblanteos camineros.
Por supuesto, ya había probado con doña Esmerada Inal, la yerbatera de Pulmarí, el paraje vecino.
Le indicó lavajes con hojitas de llantén. Y se los aplicó, diligentemente, durante una jornada y media antes de la consulta al mencionado galeno del hospital de Aluminé.
Lo que abunda no daña.
Muy contenta con su enfoque sanitario oftalmológico intercultural, se encontró con mi amiga Carola, la monjita “pobre” del paraje.:
– Y cómo anda, doña Inquisitiva ?
– Bien, hermanita. Haciéndome los lavajes de llantén de doña Esmerada. Ya se me fue la pudrición de la vista y dejé de llorarme. Por suerte así puedo ir a feriar al pueblo. Porque instalé el puestito de empañaduras para atender con mi nuegra (nuera).
– Pero… no se está colocando el colirio que le dio el doctor Fabián?
– Lo tengo pero no lo empecé. Sigo sólo con llantén. Porque si hago la mezcla después no sé cuál es el que me hizo bien.
