La defensa de don Defensivo

Visita de la dupla sanitaria rural: Marcelo Primo, médico general por excelencia, haciendo yunta con Susana Funes, enfermera comunitaria.

Estaban recorriendo el paraje, inquietos por la situación de un vecino aquejado por crisis periódicas de alucinaciones y excitación psicomotriz.

El visitado, don Defensivo Pallalef, viejo poblador, los invita a pasar al único ambiente del ranchito de adobe del paraje Quillén.

Don Defensivo, cultor del vino y otras destilaciones, ostenta habitualmente buen carácter, excepto cuando la borrachera o la abstinencia le juegan malas pasadas.

Fogón en el suelo, sentados en tronquitos con cuerito de lanar de acolchado, como para que a nadie se le enfríe el culo, con una pava invadida por el hollín, el mate pasaba de mano en mano. También el techo
era un rejuntado de negrura.

A Marcelo le llama la atención el cuchillo atado a la cabecera de la cama. La pregunta es obvia.

– Es que sabe Don Marcelo, lo tengo por si acaso, para cuando me agarra el raye, que usted siempre me dice que es por el vino. Lo que me pasa es que si no le hago a un par de vasos me agarra la penática, aunque después se me mete adentro remoliando la mentalidad y me aparecen los fantasmas. El
cuchillo por las dudas es para defenderme.

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