Viajando por la ruta 40, más o menos por el km. 2120, nos topamos con el lago Correntoso, extremo Ruca Malén. No hay palabras para describir el lugar. Maravilloso es quedarse corto. La cordillera nos deslumbra con el concierto de colores de espejos de agua, flores de todo tipo, árboles majestuosos, y sobre todo la hospitalidad de su gente.
Justamente allí nace el desvío que nos acerca a otro lago: el Espejo Chico, también llamado el Espejito.
Para poder apreciarlo hay que recorrer un trecho de un camino de tierra y cruzar el puentecito de madera del arroyo Ruca Malén. Allí hay una tranquera con un cartel que advierte: «CIERRE LA TRANQUERA. PARA QUE NO SE ESCAPE LA MAGIA».
Alertados los turistas otean el horizonte buscando los gnomos del bosque encantado.
Y comienzan a imaginar las leyendas del entorno. E indefectiblemente se aseguran de respetar el pedido pintado en la madera de raulí. Logros del marketing lugareño.
Mejor así. Cuando no había cartel a cada rato los integrantes de la familia Matus, pobladores del paraje, tenían que andar rastreando a la Magia que siempre fue bastante peregrina y en cuanto podía se largaba a campear por los alrededores buscando nuevos pastos y emociones. Eso sí, siempre tuvo buena producción de leche.
Muy ricos los quesos que con la leche de la Magia producía la familia Matus, en los alrededores del mítico Espejo Chico.