Hacía rato que no compartía lugar y tiempo con mi amigo Santiago Gaspoz.
Lo conocí cuando cursó su residencia de Medicina General en Zapala, donde tuve la alegría de ser docente durante un montón de años. Luego trabajamos en Loncopué, y después en el ámbito de toda la Zona Sanitaria II cuando le tocó la jefatura.
Así hasta que resolvió su retorno al terruño natal, la Santa Fe de su infancia y familia de origen.
Por cuestiones docentes me invitaron a participar de un taller en Rafaela, donde tiene su actual domicilio, por lo que fue mi anfitrión durante el transcurso de mi estadía.
Charla va, cuento viene, matizados con chamamés de fondo, se sucedió la conversa esa tarde, hasta que surgió mi pregunta:
– Supongo que habrá alguna razón para que varias localidades de la región tomen el nombre de mujeres.
– ¿Cuáles por ejemplo?
– Esperanza, Rafaela, Pilar, Aurelia y Susana, entre otras.
– Es cierto. En realidad, no he estudiado el tema, pero me enteré que existen versionesal respecto.
– Bueno. Bienvenidas las versiones, que suelen ser siempre más divertidas que la realidad.
– Es medio larga la explicación, así que cebemos un matecito entretanto.
Y entre cebada y cebada, mi amigo fue anoticiándome de los trascendidos lugareños.
– Por lo que parecería, don Guillermo Lehmann, personaje nacido en Alemania, fue uno de los integrantes de la fundación de la Colonia Esperanza, dirigida por otro pionero: don Aarón Castellanos.
– Estamos hablando del siglo XIX.
– En efecto. La cosa es que Lehmann se radica en Esperanza y procede a fundar la Colonia Rafaela. Que según las versiones, habría sido el nombre de su esposa.
– ….
– Parece que le habría tomado el gusto a las fundaciones, porque después hizo lo mismo con las colonias Pilar, Aurelia y Susana, entre otras.
– Y de dónde sacó dichas denominaciones, si es que no fueron tomadas al azar?
– Según los comentarios circulantes, parecería que al hombre no sólo se le daba por las fundaciones, sino también por las faldas y, de acuerdo al vínculo predominante en cada situación, surgía el nombre de cada colonia.
– Bien querendón el hombre…
– Bueno. No solo de trabajo se vive.
– Y según parecería, el tipo matizaba. Y más todavía de lo que parece.
– A ver que carta vas a sacar ahora.
– Mis referencias, que te vuelvo a aclarar, no son bibliográficas ni del Archivo Histórico, hacen expresa mención de que en la última colonia que fundó el presunto querendón, no muy lejos de aquí, habría cambiado su criterio tradicional.
– ¿Y cómo es eso?
– Sacá vos la conclusión. A la última colonia la denominó Humberto Primo.
NOTA.
Debo decir que me encantó la historia, y la escribí como me la contó mi amigo.
Lamentablemente, la realidad resultó, por decirlo de alguna manera, bastante más aburrida.
La investigación que realicé post contada me reveló que don Guillermo Lehmann era una persona bastante más formal que lo que los rumores rafaelinos le adjudicaban.
No tuvo una serie de parejas para denominar sus colonias, ni mucho menos cambió su orientación genérica afectiva en la última fundación. Tal vez por acuerdos contractuales previos, o de puro agradecido nomás, o quién sabe porqué otra causa, los nombres provenían de las esposas de socios, amigos o simplemente vendedores de las tierras en cuestión. Y el último corresponde al rey de Italia Humberto Primo.
Todo ello a pesar de los infundios pueblerinos que nunca faltan.
Una hipótesis: o la imaginación rafaelina construye historias al mejor estilo del realismo mágico, o mi amigo Santiago compite con García Márquez en su Macondo santafesino.