Corría el año 1980. Mate de por medio, don Domingo Aila y Ricardo compartían al anochecer un estofado de jabalí y suculenta conversa, ambos suculentos, alrededor del fogón que calentaba la olla de fierro y sus mentes. Buen calor desparramaba el fogón de don Domingo.
La noche se aproximaba y el otoño pintaba con destellos de sangre y fuego las laderas de los montes del lugar.
Fue entonces que don Domingo, muy ceremonioso, extrajo de su vieja billetera de raído cuero, cuatro ajados papeles.
– Los suelo llamar de cuando en cuando, pero solamente si los necesito mucho. En esto hay que ser muy prudente.
– ¿Y cómo los llama, don Domingo?
– Fíjese usted mismo. Lea el nombre en cada papel.
– La verdad, no distingo bien. Están borroneados.
– Ellos son los Seres de Luz. Hay tres que son pueblerinos: Humberto Vida Vía Lucero, Juan de Dios Chaveto y Elvira Luna Celeste. El único paisanito es Tierra Lago Sancuse.
Y la revelación agotó la conversa. Ricardo tuvo que conformarse con el anuncio, pero ya estaba acostumbrado a los modos de su anfitrión, que seguramente retornaría al tema cuando los astros se alinearan y sin tener en cuenta la ansiedad despertada.
Y así fue nomás. Varios meses después y como al pasar, don Domingo le refirió que en octubre de 1990 Juan de Dios Chaveto había despejado de la senda costera del Paimún un pehuén caído. Inmediatamente nuestro perspicaz guía cayó en la cuenta que se refería a uno de los Seres de Luz.
– Cayó con la tormenta, ya estaba podrido en la base. Y clarito se veía el rastro de la empujada. Bien pesado el pehuén porque no se dejó trasladar en vuelo.
Pasmado quedó Ricardo con la revelación. Pero don Domingo no dio pie a ningún otro comentario. No le quedó alternativa que esperar por otra confidencia.
A fin de año el guía del Lanín le refirió que en sueños recibió el mensaje de Tierra Lago Sancuse, con quién dialogó muy suscintamente:
– Cuidado con el 18 de enero de 1991.
– ¿Porqué debo cuidarme?
– Tranquilo… Esa vez no va a ser…. Pero van a querer poner un fósforo grande debajo de la tierra para que el fuego salga…
– ¿Y entonces?…
– Se van a ver franjas largas… Pero esa vez no va a ser…
Diligente, Ricardo registró en su agenda la fecha. Ni necesitó consultarla pues se le había fijado en la memoria. Dicho día la gente se agolpaba frente a los televisores.
Había empezado la guerra del Golfo. Los oleoductos, bombardeados por vía aérea, se habían convertido en largas franjas de fuego.
La noticia fue el tema excluyente del encuentro posterior. Con toda naturalidad, el único comentario de don Domingo consistió en una queja:
– No puede ser que en Gendarmería me den tanta vuelta cuando exijo que asienten una exposición. Es importante que quede constancia oficial por los mensajes de los Seres de Luz. Porqué las noticias tienen que aparecer solamente por la radio. Como si fuera poca cosa…
Como se suele decir por ahí: creer o reventar. No hay otra con los Seres de Luz de don Domingo Aila, a pesar del escepticismo burocrático de los funcionarios de Gendarmería del Puesto la Unión, donde se juntan los lagos Paimún y Huechulafquen,