Viejo Bandurria

El Viejo Bandurria es un personaje de Trevelin. Policía retirado hace unos cuantos años , se le dio por el automovilismo ya bastante avanzado de edad, un par de años antes de jubilarse..

Bahh… por el automovilismo. Digámoslo de una vez: se consiguió por esas curiosidades de la vida un Fiat 600 , pintado, o mejor dicho con rastros de color amarillo churretera. Tampoco le faltaban algunos bollos
estratégicamente diseminados.

Para peor la puerta del lado izquierdo estaba trabada. Lo que determinaba que el ascenso y descenso del habitáculo fuera tarea ímproba, sobre todo teniendo en cuenta el expandido volumen de su propietario.

Además se registraba ausencia de la luneta posterior, aunque con un plástico ad-hoc la reemplazó funcionalmente, y el parabrisas estaba surcado por varias rajaduras.

Más vale no extenderse demasiado con la chapa, bastante picada por los avatares del tiempo y los caminos de ripio.

De lo mecánico, ni hablar. Para arrancar se necesitaba egresar de un curso y algunos pases mágicos. Y cuando se alcanzaba dicha meta el motor se sacudía como con ataques de asma, y así…

Las cubiertas ? Las malas lenguas emitían el diagnóstico: más que cubiertas eran descubiertas. Y para doblar, una rueda le pedía permiso a la otra.

Las mismas malas lenguas referían que ganó el Fiat 600 en una partida de truco. Aún peor: decían que el perdedor se dejó ganar para deshacerse del elemento andante. Al menos esa es la versión que retransmitió Livio, mi informante, que del lugar y su gente sabe lo suyo.

Y ya que hablamos de habladurías, sigue siendo un enigma el modo en que nuestro héroe aprendió a conducir, por decirlo de alguna manera.

Una hipótesis bastante extendida en los círculos lugareños amerita dicha “habilidad” a una especie de don que le llegó en sueños. Justamente en una temporada en que sufría de pesadillas.

La cosa es que el Viejo Bandurria presentó en sociedad la nave en su primer periplo por el camino que conecta Aldea Escolar, donde vivia el feliz perdedor del partido de truco, y Trevelin, donde sigue viviendo el audaz ganador del lúdico evento.

Previsor, procedió a cargar combustible que traspasó de un bidón de aceite “La Suavidad” que encontró en la calle. Pero ni se fijó en el agua y el aceite. Eso escapaba a sus entonces incipientes conocimientos
tecnológicos. Es que nadie nace sabiendo, que tanto. Aclaro, el tiempo pasó, y ahora no es que sepa mucho tampoco.

Que arrancara fue todo un logro. Pero que encima se trasladara podríamos sin esfuerzo incorporarlo en la categoría de milagro.

Tampoco una maravilla, hay que decirlo con todas las letras. Porque hasta los milagros tienen su límite, con perdón de la blasfemia.

La cosa es que, algunos dicen que inesperadamente, otros que no cabía otra, repentinamente la nave espacial resolvió suspender su traslado a las pocas cuadras del inicio. El motivo de la detención sigue siendo un misterio, porque los memoriosos aducen que razones para tal hecho sobraban. Lo cierto es que se estableció un consenso comunitario acerca que el elemento primordial era, lisa y llanamente lo que se denomina técnicamente como Factor Humano, especie biológica a la que algunos suponen pertenece el Viejo Bandurria .

La cosa es que el mencionado estaba en el camino, apostado al lado de su artefacto con la tapa del baúl delantero levantada , haciendo señas de auxilio al chofer del Renault 12 azul que transitaba inocentemente por la carretera.

– Hola, don Bandurria, no sabia que se había largado a manejar.

– Y si… don Esteban. Pero tuve un problema… vio ?

– Y en que lo puedo ayudar ?

– Le tengo una pregunta. El autito se me paró de repente, y le desaté el tiento de la tapa de adelante, me fijé y me parece que…. en realidad yo no entiendo demasiado, pero.. por casualidad, no vio algún motor tirado en el camino? Porque acá la verdad es que yo no estoy viendo ninguno.

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