En aquel pueblo, hace un montón de años, vivían las dos hermanas Morales, Anunciativa, la mayor, y Remilguita la menor. Ambas, descendían en vía directa de una familia tradicional. Su bisabuelo había fundado pueblo.
Altas y flacas, enjutas, de mirada penetrante y expresión avinagrada, el oscuro en su vestir era su color habitual.
Disfrutaban de un buen pasar producto de varias casas que alquilaban. Como disponían de bastante tiempo, cultivaban el registro puntilloso de fechas de casamiento de las parejas del lugar, y, por supuesto, fechas de nacimiento del primer hijo.
Hay que decirlo, lo hacían de un modo realmente elaborado y prolijo. No se les escapaba detalle. Por ejemplo, en el registro, incluían datos que a cualquiera menos avispado se les escaparía: antecedentes sentimentales, tanto personales como familiares, posición económica, edad, ocupación. y demás. Así confeccionaban una suerte de ranking Y por supuesto socializaban la información, sobre todo en caso de
advertir que no se hubieran cumplido los nueve meses de rigor de los embarazos en cuestión.
A veces debían reformular el orden del formulario, pues la vida no es algo rígido. Y pasaban adelante a integrantes por haber realizado un exitoso negocio, comprado un auto lindo, haberse recibido de maestro, etc.
Y las postergaciones tenían que ver con enfermedades, catástrofe comercial, o simplemente haberse casado. Dejaba por ello de ser buen partido. O partida en el caso femenino.
El control de las hermanas Morales se hizo tan popular (o temido), que condicionó proyectos afectivos en más de una oportunidad.
José y Evarista habían vivido un breve aunque impetuoso romance. Resolvieron casarse para dar una mejor bienvenida al hijo que concibieron durante su noviazgo. Y para evitar las malas lenguas pueblerinas, se ausentaron un tiempo, prolongando el regreso de su luna de miel.
Luego del nacimiento, volvieron y para prevenir las consabidas malas lenguas decidieron anunciar al niño como adoptado. Total, ya lo habían por supuesto inscripto en otro Registro Civil.
Resolvieron presentarlo en sociedad. Anunciativa y Remilguita estaban en primera línea, deseosas de comprobar cualquier infracción a la moral y buenas costumbres.
- Se llama Esteban, y lo adoptamos hace poco.
- Qué lindo que es el nene… y qué casualidad, cómo se le parece a tu marido…