Les pido que en esta recorrida por el paraje observen no solamente el tipo de demandas sino también cómo se construyen. De donde salen, como se manejan los operadores, maestros, agentes sanitarios,
miembros de la conducción comunitaria.
De acuerdo, Wille. Pero este modelo, que ya hemos visto en otros parajes, ¿se podrá aplicar en plena
ciudad, como La Plata, por ejemplo?
Seguramente Adela y Sara tenían razón. Psiquiatra y psicóloga de niños formadas en La Plata, intentaban recoger experiencia para buscar nuevos modos operativos en su quehacer sanitario. De ahí su pedido de rotación en nuestro Proyecto.
Una cosa es cuando la demanda aparece en el hospital, o en el consultorio, y otra cuando se opera desde el terreno. Tiene sus ventajas, como el conocimiento más acabado de la situación familiar y social, pero también dificultades.
Y… me parece que cada lugar exige respuestas propias. En una ciudad, por ejemplo, se podría pensar la tarea en red a partir de lo barrial. Y en una gran ciudad, a partir de lo interinstitucional. Pero no podemos generalizar.
Luego de tomar unos mates en lo de don Amaranto, nos dirigimos hacia nuestra segunda parada. La
ruca de Carolina, Bernardita, Nanci y Andrea era de las más humildes del paraje. Su congregación tiene
por eje vivir en la pobreza. Y además no hacen “proselitismo” religioso. Simplemente acompañan a sus
vecinos, siempre en espacios sociales marginales.
– Los estábamos esperando. Adelante, ya está la sopa calentita.
Como siempre, Bernardita y Carolina se adelantaban a recibirnos. Eran las “previas”, como les decía.
Es decir, las iniciadoras del grupo en el paraje.
La directora de la escuela y Luisa, la maestra, quieren hablar con vos. Parece que surgió una dificultad
con Eulogio, el hijo de don Juan y doña Elisa, que es la cocinera de la escuela. Tiene ocho años. De repente se larga a llorar y gritar dentro del aula.
Después sale disparando para la cocina, donde trabaja su mamá. Y eso en muchas ocasiones. Ahora
directamente no vá más a clase. A veces, si lo acompaña su madre, o su hermano mayor, se puede quedar un ratito. Los docentes, en especial Luisa, su maestra, están más que preocupados.
– De acuerdo, nos acercaremos a ver de qué se trata. Por suerte me acompañan en esta recorrida Adela y Sara, que tienen una formación en niño
Esa vez la demanda había surgido en la escuela, a través de las monjitas amigas.
La cuestión pasaba por cómo intervenir, sosteniendo a los miembros de la comunidad local en el quehacer. Es decir, no apropiarse de la situación, estimulando el protagonismo local.
Cuando llegamos a la escuela, conversamos largo primero con la maestra y la directora. Tenían algunas ideas al respecto. Después con la madre y combinamos un encuentro para incluirlo al padre de Eulogio.
Para tener un panorama más o menos amplio antes de avanzar con los chicos e impulsar la relación con la red social que los incluye.
La tarea incluyó enfoques familiar, institucional, con el equipo docente, e individual, aprovechando la presencia de Sara y de Adela, quiénes jugaron con Eulogio, y también con sus hermanitos.
Llegó el atardecer, y el momento de elaborar la continuación de la tarea.
Aparecían algunas hipótesis:
1) Había antecedentes de episodios de violencia familiar y alcoholismo por parte de Juan, el padre de Eulogio. De todos modos, desde hacía ya varios meses no se repitieron, tal vez porque la familia se había
iniciado en un culto evangélico.
2) Esta situación transformó el estilo de la vida cotidiana familiar. Hay que destacar que las reuniones de culto se estaban desarrollando en el domicilio de los Quintriqueo, y eran bastante concurridas. Por supuesto, en esas reuniones se oraba, cantaba y hacían conversiones de los vecinos que se sumaban al
grupo religioso.
3) Otra hipótesis importante tenía que ver con la relación de Eulogio y sus compañeritos. El niño, desde temprana edad, había concurrido a la escuela acompañando a su mamá, cocinera de la institución. A partir de frecuentarla, Eulogio “le fue haciendo a los números y a las letras”. Dotado de gran capacidad, se sabía todo lo que enseñaban a chicos de mayor edad. Por eso los maestros tuvieron que avanzarlo de grados. Eulogio, pues, era el más pequeño de su grupo escolar, y algunas veces, por su inferioridad física, había sufrido episodios de maltrato desde sus compañeritos.
4) Desde el punto de vista social, los pobladores estaban protagonizando una lucha por la recuperación de tierras reclamadas por el pueblo mapuche. Y con ello también había divisiones políticas y conflictos en el interior de la comunidad, de las que participaba la familia y en especial Juan.
5) En último lugar, pero no el menos importante. Como toda familia de origen mapuche, y más allá de su adscripción al culto, era posible que la misma pensara que el problema de Eulogio fuera resultado de un daño, entidad religiosa tradicional mapuche. Cuando se baraja esa interpretación es necesario construir un enfoque intercultural. Aprovechando mi relación personal con los curadores tradicionales de toda la región, solemos operar con lo que llamamos “abordajes conjuntos”.
Se barajaron otras líneas, pues el material que recogimos era frondoso. La idea era acompañar la
evolución con los operadores locales de la red. Además, una línea no excluía a las otras.
Por ser el continuador de la tarea, elegí como modalidad el abordaje familiar relacionado con la red
comunitaria. Acordamos que la técnica sería la prescripción del síntoma. Por eso, en reunión familiar y
con participación de la maestra, le pedí a Eulogio, que ya que así estaban las cosas, debería continuar
llorando y gritando cuando entrara al aula.
– Por algo este es el modo con que ustedes se están manejando. Si bien costoso, por ahora es prudente esperar saber más antes de largarnos a cambiar.
Eso sí, para que nadie se asustara, debía hacerlo de manera más ordenada, y en presencia de su madre y su maestra. De paso, ellas registraban el cumplimiento de la tarea. Todas las tardes, en el aula y a una misma hora. Si se olvidaba debían recordárselo.
Por supuesto, el ensayo resultó al principio bastante trabajoso, pero luego de un par de intentos consideramos que ya se podía comenzar. En realidad el niño se manejó bien de entrada. Las dificultades
iniciales habían sido de la docente y de la mamá.
Al ser indicado como tarea desde el terapeuta, el síntoma pierde su fuerza afectiva. De todos modos, si se confirmaba alguna de las hipótesis, habría que operar en consecuencia. Como último recurso, siempre estaba la posibilidad de regresar a Eulogio al curso previo.
Quedé inquieto por saber cómo evolucionaba la situación. En la próxima visita, ya con otros rotantes, las entrevistas las continué sólo. Había aparecido una mejoría cuantitativa en el síntoma. Eulogio, traído y llevado por su madre o hermano mayor al aula, pudo quedarse más tiempo en el aula, aunque había
tenido varias crisis de menor intensidad. Con algunas excepciones atendibles, la tarea indicada se había
realizado puntualmente.
Insistí con la misma. Era un momento delicado y no cabía descuidar el aspecto técnico. Más cuando la presunta mejoría podía aflojar el compromiso de los locales.
Avisé a los familiares y a los docentes que tampoco ellos debían confiarse por este “pequeño cambio”.
Lo cierto es que me aguardaba en la próxima recorrida una sorpresa.
Eulogio, aproximadamente a la semana de mi última visita, había mejorado de manera notable. Se había reintegrado a su clase, no había tenido crisis, dejó de cumplir la prescripción indicada porque dijo solemnemente que se había aburrido. La familia y los docentes, dada la evolución positiva, prefirieron no exigirlo.
Atento al cambio, no se me ocurrió otra cosa que advertir que podía ser una situación transitoria, que el síntoma podía volver, etc., etc. Pero, la verdad, no daba para continuar con la prescripción.
Juzgué imprudente forzar la actitud del niño y del grupo.
Para mis adentros, en realidad estaba contento. No dejaba de ser una salida puramente sintomática, pero permitía seguir acompañando el proceso del niño y la familia sin tanta tensión.
En mi interior relacioné el cambio con el enfoque sostenido adecuadamente por el niño, su familia y los maestros.
Fue al tiempo que casualmente se me hizo la luz.
Luego de mi segundo encuentro había aparecido un maestro de música por la escuela del paraje. Su intención era radicarse en el lugar y los maestros se entusiasmaron. Así, organizaron una serie de encuentros escolares musicales, justamente en el grado de Eulogio. Y con guitarra y flauta traversa, improvisaron encuentros hermosos, en los que la música convocaba y la magia de los vínculos hacía el resto. Incluso participaron algunos padres que aportaron mate y tortas fritas.
Eulogio, como era su costumbre, estaba en la cocina con su mamá, y no se lo podía perder.
Participó activamente en el grupo. Y naturalmente se quedó con sus compañeritos. Y sin necesitar retornar a las crisis.
Sabido es que cuando se grita y se llora es bastante difícil escuchar y cantar.