Héctor es un experimentado médico general del hospital de Aluminé.
Eso de experimentado le cae bien a Héctor. Por un lado, porque ya no es de los que se cocinan con el primer hervor. Cordobés, con mucha esquina, siempre supo enfrentar las dificultades con la esperanza en su sonrisa.
Se le da por la comunicación social. Que es la manera de decir que le hace a la radio. Y bien.
Desde su persona se tejen historias diversas. Aquí disparo un par de anécdotas.
LAMOGLIA 1
Hasta el rural hospital de Aluminé llegaron las ondas antisépticas.
La cosa es que al veterano Don Estornudado Panguilef le habían diagnosticado una tuberculosis pulmonar bacilífera, que es una manera complicada de decir que tenía la potencialidad de contagiar.
La tuberculosis, TBC para los iniciados en el mundo galénico, era la romántica tisis de los poetas del siglo XIX. Dumas la inmortalizó en la languidez de su Dama de las Camelias.
Pero Don Estornudado Panguilef nada que ver con ninguna languidez ni con ninguna dama. Grandote el hombre, mas bien rústico, era temido por sus convivientes. No porque los estropeara después de una noche de copas, sino porque cuando agarraba la cama a la noche acostumbra tirarse unos pedos de aquellos antes de sacudirle a los ronquidos.
Temible Don Estornudado, alias “El Bacilífero”.
La cosa es que estaba internado en una sala que se pretendía de aislamiento en un intento de evitar posibles contagios. Pero el Estornudado nada que ver con las prescripciones limitativas geográficas indicadas por Héctor. Sobre todo, teniendo en cuenta que estaban internados en la sala general otros vecinos de paraje, como no hacerle a la noche a un truquito como para despuntar el vicio.
Visto la inutilidad del convencimiento racional que pretendió imprimirle nuestro héroe, la adecuación operativa devino en indicarle que usara barbijo. Para los desprevenidos, adminículo de tela o símil que cubre la nariz y la boca del portador gracias a un simpático lazo ubicado en la nuca del interesado.
Hay que reconocerle al Héctor ingenio para negociar el conflicto. Varios fuimos los sorprendidos, pero Don Desprevenido Inostroza lo interpretó mejor que cualquiera.
Cuando registró al Estornudado con el barbijo colocado deambulando por los pasillos del nosocomio, el Don Desprevenido alcanzó a emitir su comentario:
– PARECE QUE LE PUSIERON MORRAL AL ESTORNUDADO.
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LAMOGLIA 2
Estaba Héctor de guardia activa cuando trajeron a Don Desventurado Espinosa a la sala de emergencias del hospital de Aluminé.
Accidente de aquellos, con traumatismo de cráneo. Paciente en coma. Producto de la afición de Don Desventurado a trepar paredes rocosas. Pero a lo guaso nomás. Nada que ver con pico, soga ni grampón. A lo alpargata y lazo.
Prestamente, y luego de las primeras medidas del caso, que incluye suero por vena y sondas nasogátrica y en vejiga, se dispone la derivación de Don Desventurado hacia el hospital de Zapala.
No es joda esto de las derivaciones a Zapala. Sobre todo en invierno, hay que encararle a las cordilleras del Rahue y del Chachíl. Nieve, hielo y noche. Trilogía de mierda si las hay.
Héctor, con un mate como para amenizar la cosa, acompañaba a Don Desventurado en un asiento al lado de la camilla.
De repente Don Desventurado recobra la conciencia. Se ubica en la situación de inmediato, registra al médico en estado de atención yerbeada, que no es cualquier atención, los caños que invaden su cuerpo hasta entonces invicto, y nada quedado, comenta:
- Debo estar bien grave, doctor
Intentando ser convincente, Héctor responde:
- Noooo, Don Desventurado, para nada. Pero… ¿porqué me lo dice?
- Porque me pusieron suero hasta por el pico.