Don Gómez 1

Mi amigo Ricardo Calletti se llegó a Chos Malal. En su desgastado pero siempre animoso Fiat Uno negro.

Cómo no visitar a Don Gómez, a quien no veía desde hacía una ristra de años. Desde cuando Ricardo era guardaparque.

Ya desde la esquina divisó el viejo Falcon ´71, de doble faro, estacionado frente al local donde Don Gómez ofrecía servicios de traslado a pasajeros, carga, anque gallinas y hasta algún chivito al descuido.

Le semblanteó aspecto desalentado.

– ¿Cómo anda, Don Gómez?

– Y… la cosa va mal, Don Ricardo, poca gente me contrata el remís

– No puede ser que no trabaje. Con lo agrandado que se puso el Pueblo.

Cuando Ricardo se pone en intelectual, se le da por caminar. Y en una de sus vueltas, luego de volver de la vereda, le encara al desalentado.

– ¿Y cómo va a tener trabajo, Don Gómez, con el cartel que le puso?

Tomándolo suavemente de la mano, Don Ricardo lo llevó a Don Gómez a leer el portentoso cartel que coronaba la puerta del local:

R E M I S E R I A (sin acento)

– Pero, ¿quién va a querer contratar un auto remiserable?

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