El azar no excluye lo inevitable

El recorrido hacia el lago Epulafquen es sencillamente maravilloso. Bordeamos en su comienzo el río Curruhue, nos topamops con el lago Curruhue Chico, luego el Grande, después las lagunas Verde y El Toro, divisamos el Escorial, y por último el lago Epulafquen. Todo en medio del bosque nativo y las cumbres de la cordillera.

Precisamente después del primero de estos lagos, más allá de la seccional de Parques Nacionales, te encontrás con el puente de un arroyo con un nombre más que sugestivo.

Sondeando la génesis del mismo arribamos a un renombrado vecino de nuestro lugar, cuyo padre tuvo activa participación en la construcción del camino donde se encuentra el puente en cuestión.

– ¿Y a qué se debe el nombre tan raro?

– Es producto de un afecto prohibido. Un ingeniero vial sumamente enamorado quiso homenajear a su enamorada, pero a la vez intentó el disimulo para no evidenciarlo públicamente. De ahí quedó arroyo ASERET.

Nota: léase al vesre.

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