Santiago Roverano es un singular personaje que emergió de la Banda del Buque (Residencia de Medicina Gral. del Hospital Bouquet Roldán).
Recaló, por esos avatares del destino, en el Centro de Salud de Huinganco, espacio que comparte con las míticas Humilde y Rita, enfermera y agente sanitaria, ambas de intensa y reconocida trayectoria. Pero, eso sí, hay que bancarlas, porque cuando se les mete algo en la cabeza…
Volviendo a Santiago, también tiene lo suyo. Habitualmente de onda tranquila, en oportunidades, sin embargo, se posesiona de su espíritu un halo de energía disruptiva.
Capaz que por las malas juntas, el revire de nuestro héroe tiene un no sé qué de similitud con el estilo de Humilde cuando se pone en mal arreada. Que no le cuesta nada, hay que decirlo.
La cosa es que es todo un tema ser médico único en un pueblo de la cordillera. Difícil armar un tiempito de descanso si uno permanece en la localidad. Que por una u otra cosa siempre hay algún vecino desorejado al que se le ocurre ponerse a tiro de una avispa con aguijón demoledor, algún más o menos destacado futbolista del team representativo que sufre una entorsis de tobillo justo a una semana de la final zonal que pone frente a frente a los conjuntos futboleros de Huinganco y Andacollo, y todos sabemos lo que se juega en cada encuentro, lo del honor local, etc. Y porqué no, la turista desprevenida que luego de zamparse torta a rolete en la casa de té del lugar, recuerda que olvidó el Chofitol en la posada del pueblo vecino desde donde salió en excursión. Y que el boldo no es lo mismo.
En este caso, demandó aquella siesta Don Insistidor Inostroza. Como ostenta hábitos nocturnos, duerme hasta altas horas, sin respetar días hábiles o feriados. Es que necesita imperiosamente sostener su entrega desinteresada a los juegos de azar.
Entrega desinteresada y muchas veces mal entendida. Porque nunca falta algún mal entretenido, de esos que tienen adicción al trabajo, que critica esta búsqueda de don Insistidor. No siempre los creativos son entendidos por la plebe.
Cuando llega a sus oídos alguno de esos comentarios, Don Insistidor, simplemente, y como al pasar, responde:
– Ladran, Sancho…
Si bien Santiago no forma parte del equipo de los comentadores de las preferencias ocupacionales de Don Insistidor, digamos que no recibió del mejor grado la reiterada preocupación del mismo por recuperar su salud perdida. No está de más recordar que el vecino últimamente concurría bien seguido a la consulta, y debido a sus hábitos nocturnos necesariamente fuera del horario estipulado, es decir utilizando el espacio de la denominada guardia pasiva, dispositivo administrativo asistencial que simplemente quiere decir que el médico debe estar a disposición del poblador que lo requiera para una urgencia en cualquier momento del día.
Pero, por si fuera poco, el galeno que nos ocupa venía de bancar varias noches seguidas la tos de su crío, las demandas integrales de Ana, su señora, también médica, pero de Andacollo, la localidad vecina, que parece que no se conforma con medias tintas, sobre todo después de tanto tiempo de estar de novia a distancia, y esa semana en particular debió sostener en el Centro de Salud muchas consultas por la epidemia de bronquiolitis.
Por si fuera poco, a Humilde parece que le resultó desaconsejable el color de pintura amarillo patito que Santiago, en una de sus improntas individualistas, eligió para las paredes del Centro en su ausencia, y entonces hizo un planteo de los suyos. Poca afición de la misma por la naturaleza aviaria, que le dicen.
Por su parte Rita se entrenaba con notable perseverancia en el curso de oratoria por correspondencia, y en su entusiasmo olvidó todo tipo de pausa discursiva por lo que atoraba desde varios días atrás a todos con sus decires.
Cuando terminó con los vecinos que sacaron turno esa mañana, bastante después del horario estipulado por los encuadres sanitarios administrativos, el galeno casi podríamos decir escapó hacia su domicilio.
El sonido del llamador interrumpió su recién iniciada siesta, y atisbó al inquieto por la ventana. Una sensación de hastío combinado con indignación lo ganó.
El sábado a la noche, antes de la concurrencia al encuentro de truco, porque debemos recordar que los sábados tocaba truco, don Insistidor recibió el diagnóstico de insomnio fugaz, y el viernes, que tocaba rummy, enteritis desapacible. Realmente, Santiago no deseaba continuar con la lista que le proponía su paciente, pero optó, una vez más, por atenderlo lo más rápido posible para continuar con su descanso. Si se ponía a aleccionar corría el riesgo de desperdiciar el estado semionírico que a veces tanto le costaba conseguir.
– Qué necesita, don Insistidor?
– Ud. sabe, doctor, pasaba por acá y decidí verlo porque me parece que me está por agarrar una gripe, y como mañana viene el gas, quisiera mandar un certificado a la comuna para que me reserven la garrafa social por si yo no puedo ir. Porque usted sabe, la garrafa es de distribución personal exclusivamente. Y a veces los garraferos se ponen muy reglamentarios, sabe usted?
Una sensación de impotencia e indignación ganó su interioridad.
– Mire, yo solo quiero decirle… que me hincha las pelotas atender boludeces por
guardia, y más todavía hacer certificados.
– No tiene porqué levantar la voz, y encima dejar de cumplir sus obligaciones. A usted le pagan por su trabajo, porque lo que usted gana se lo pagamos entre todos. Y además, ya que está tan inquieto, porqué no me firma un certificado de lo que me dijo?
Santiago, de caliente nomás, se olvidó que le disgustaba firmar certificados en espacios de guardia pasiva, y le certificó un documentito, en papel de receta médica, que decía textualmente «me hincha las pelotas atender boludeces por guardia….»
Don Insistidor, ni lerdo ni dormido, pues nadie podrá achacarle estos déficits, realizó la correspondiente denuncia administrativa a través de sus relaciones lúdicas, con amplio acceso a los vericuetos del poder político local, y promovió el sumario que aun no está definido.
Pero no vayan a creer que escarmienta. Porque el otro día lo frenaron de otra nueva con el Insistidor, que podrá perder el pelo pero no las mañas, y sigue concurriendo asiduamente al Centro de Salud.