El discapacitado de guardia

Cristian Bertolino siempre fue un personaje. Sobresalía por sus ocurrencias repentistas. Antes de ingresar en la Residencia de Medicina General del Hospital de Zapala trabajó en el Centro de Salud de Caviahue, lugar que decía era su lugar en el mundo.

No terminó su capacitación y por razones familiares volvió a su La Plata natal.

Aquella tarde estaba de guardia. Aprovechando uno de los escasos momentos de descanso de la siempre ajetreada tarea médica, se puso a ver televisión en el pasillo interno de la sala de guardia. Justo estaban pasando un partido de básket de la NBA, deporte del que era entusiasta. Contaba que de chiquito le hacía al cesto.

Lamentablemente, en el viejo hospital no abundaba el confort. Pero a falta de un buen sillón estaba la silla de ruedas de la guardia. No era cuestión de andar buscando asiento cuando el acontecimiento televisivo mandaba.

Las imágenes le entraban por todos lados. No era para menos. Los Angeles Lakers estaban en un buen día. Encestaban de todos lados y a la distancia que fuera. Pero los Chicago Bulls, con Jordan a la cabeza, igual los traían a mal traer. Y como la estrella estaba marcada de cerca, a veces con dos a la vez, pasó a comandar el equipo Pippen y estaba haciendo de las suyas.

La cosa es que faltaban un par de minutos de juego para definir. Gol a gol, se alternaban los simples, los dobles y los triples. Y los segundos pasaban, en un instante punteaban los Lakers, en otro los Bulls, la incertidumbre persistía. Y…ring…ring..

No podía ser tamaña injusticia. Justo entonces, un paciente demandando asistencia. Y para peor nueve de diez demandas eran pavadas. Que un resfrío de hace cuatro días, que un pinchazo en el dedo del nene, que usted sabe, a veces a la antitetánica se le da por no funcionar, y que a la nena le salió el salpullido, etc. etc.

Rápido de reflejos Cristian se cubre el regazo con una manta, acciona las ruedas de la silla, abre la puerta, y con faz doliente, con un susurro casi imperceptible interroga al inoportuno.

– De…sea…ba… se…ñor?

Azorado y a la vez conmovido por imagen tan desconsoladora, el potencial paciente se sintió invadido por una despiadada sensación de culpa. Entonces, con voz entrecortada, solo atina a decir:

– No… nada… No quise molestarlo. Lo mío no es tan grave como lo suyo y puede esperar. Discúlpeme nuevamente… por favor…

Ganaron los Lakers por tres puntos de diferencia. Eso sí, el árbitro no les cobró una falta y encima les anuló un triple a los Bulls desconsideradamente.

Una certeza se instaló entonces en el pensamiento de Cristian: no hay nada tan agotador como un partido entre los Lakers y los Bulls. Y tomando la manta, de dirigió hacia la camilla del consultorio tres de la guardia a efectos de procurarse una reparadora siesta.

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