Noviembre de hace unos cuantos años. Los últimos meses del calendario constituyen la época de los congresos y encuentros académicos.
Con Jorge Pellegrini veníamos trabajando desde hacía un tiempo el tema del alcoholismo.
La tarea conjunta la hacíamos siempre viajando. Yo vivo en San Martín de los Andes y él en ese tiempo en Roca. Los desplazamientos geográficos eran nuestro espacio de diálogo profesional y personal. Es que son ideales para elaborar, confrontar experiencias, construir respuestas y nuevas preguntas, etc.
Esta vez nos tocaba llegarnos a Córdoba, a un Congreso de Ciencias Sociales.
Jorge manejaba su auto, un Dodge 1500 amarillo, y luego de salir no parábamos sino para reabastecernos de combustible. Entonces era el momento de ir al baño, adquirir provisiones, etc. Y así hasta arribar al
punto de llegada.
Siempre era así, y todo bien.
Salimos de Roca a la madrugada, y recién ingresábamos a la provincia de Córdoba.
En realidad habíamos dialogado todo el viaje. Si bien no dormía, con los ojos entrecerrados viajaba por otras dimensiones, precisamente cuando Jorge frena el vehículo para levantar a un señor que hacía dedo solicitando un lugar para viajar.
Subió rápidamente y del mismo modo continuamos.
Sin ningún disimulo seguí en mi estado semi hipnótico de conciencia, cosa que sin duda advirtió Jorge, que no es de los que pierden la oportunidad.
Y vaya que la aprovechó.
Es que el recién llegado se mostró como una persona sumamente extrovertida. Y evidentemente consideró que dado que yo no pronunciaba palabra, en un gesto por demás plausible, se dedicó a dialogar con Jorge como retribuyendo su amabilidad de acercarlo a su destino geográfico.
Y luego de los consabidos comentarios acerca del estado metereológico regional presente y futuro surgieron otros.
– Si…. Porque yo… Yo sí que conozco bien el país.
– No me diga… Todo ?
– Sí… todo. Porque soy camionero… De punta a punta.
– Ahhh… qué interesante. Y qué lugar le gustó más de todo lo que conoció ?
– La verdad es que no sabría decirle. Hay muchos lugares lindos. Pero sí puedo decirle cuál no me gustó.
– Ahhh… Y se puede saber cuál es el lugar que le gustó menos ?
– Cómo no. Sin duda, Corrientes es el lugar que me gustó menos. Ni lerdo ni dormido Jorge aprovechó la respuesta del nuevo acompañante para zarandearme un poco a partir de mi identidad correntina.
– Mire usted. Así que Corrientes es el lugar que menos le gustó. Y se puede saber porqué ?
– En realidad, el paisaje no es lo peor. Lo peor es la gente.
– Fíjese usted. Por suerte acá a mi lado el doctor está dormido, porque casualmente él es correntino.
Violento viraje del comentarista regional, pues seguramente se dio cuenta que a pesar de mi quietud en realidad podría no estar durmiendo.
– Bueno… quizás me expresé mal. Cuando me refería a correntino no puntualicé que en realidad pensaba que los jodidos, los realmente jodidos, no son los correntinos, de Corrientes capital, sino los goyanos, que es la segunda ciudad de la provincia. Esos sí que son los que más vale perderlos que encontrarlos.
– Ahhh… Eran los goyanos entonces, Más suerte todavía que el doctor duerme, porque si bien él es correntino en lo que a provincia de origen se refiere, justamente es nacido en Goya.
Fue lo último que escuché. Es real que en aquel momento no dormía, pero con facilidad me sumergí pronto en el mundo onírico facilitado por el silencio que devino luego del comentario del conductor. Tanto que ni siquiera me dí cuenta cuando se bajó.
Lo que no pude evitar fue el comentario con la sonrisa socarrona de Jorge cuando me desperté.
– Hay silencios que gritan…