Ya todos sabemos que el habitual chofer de nuestras recorridas chubutenses es Julio Riffo. Y también que sus contadas amenizan las largas horas que insumen los viajes.
Excepto en la zona de la bella comarca andina, las localidades se encuentran solo recorriendo grandes distancias. Y quizás aprovechándose de la situación, Julio despliega con su reconocido histrionismo sus historias de todo tipo.
Hay que reconocer su versatilidad. No hay tema que no lo aborde con pretendida solvencia. Y acordamos de modo tácito no cuestionar . Ni tema, ni verosimilitud. Todo vale en la meseta.
Y fue así que en los alrededores de Los Altares nuestro personaje, casi como casualmente, nos preguntó si conocíamos las islas Malvinas.
Ninguno de nosotros tenía esa experiencia y se lo hicimos saber.
– En realidad, yo solo las conozco de arriba.
– Cómo es eso que solamente de arriba ?
– Claro… Volando. Porque en la época de la guerra con los ingleses piloteaba un Pucará.
– Ahhh… Un avión Pucará… Y alguna vez pudiste ver aviones enemigos ?
– No solo verlos. También enfrentarlos. Como para olvidarse de los Sea Harrier.
– Jodidos esos bichos… no ? Porque si no me equivoco disponían de misiles aire-aire muy precisos y veloces. La verdad es que de aviones no entiendo nada pero algo leí sobre su potencial de fuego.
– Puras historias. La realidad es que no era para tanto. Porque con un poco de cabeza todo se soluciona.
– Y cómo solucionaste el tema de los misiles aire-aire de los aviones ingleses ?
– Bueno… Como saben a mí me gusta la artesanía en metales. Así que se me ocurrió soldarle a mi Pucará, a cada lado de la cabina, un par de espejos retrovisores. Nada espectacular, como si fuera una camioneta. Eso sí… de color oscuro, para que hiciera juego con mi casco. Y le agregué luces de stop y de giro en las alas y en la cola.
– Y para qué espejos retrovisores y luces de giro? No me vas a decir que tenías problemas de estacionamiento ?
– Ves lo que te decía ? En estas cosas hay que hacer funcionar la cabeza. Si no, estás perdido.
– Y entonces qué ?
– Y entonces, aquella vez me tocó hacer un vuelo de reconocimiento para averiguar por donde andaba el portaviones británico. Había que recorrer una zona determinada. Ya estaba terminando la misión cuando de repente aparece en mi radar el registro de un aparato enemigo. Primero en el radar y luego, rápidamente, lo percibí con visión directa.
– Qué momento difícil … Y qué pasó entonces ?
– Se me puso a la cola. Le metí velocidad pero nada que ver. El otro era más rápido y si no hacía algo me destruía a misilazos. Intenté cambiar de altura bruscamente, arriba y abajo en repetidas ocasiones, pero el piloto enemigo se las sabía todas y no podía despegarme.
– Y qué hiciste entonces ?
– Para qué improvisar si todo estaba calculado ? Aproveché en pleno el dispositivo artesanal mencionado. Mientras observaba el desplazamiento del avión que me seguía, y cuando vi que el piloto se preparaba para lanzar el misil, apreté el pedal y activé las luces de stop, luego operé el guiño del lado derecho, y cuando registré que enfilaba hacia ese lado, yo bruscamente giré hacia el izquierdo. El misil y luego el Sea Harrier pasaron de largo y entonces aproveché para escaparme. Misión cumplida.
El mate se me atragantó una vez más. Mérito de la creatividad de nuestro inefable conductor chubutense.