Ricardo se había curado de espanto con don Marcelino Matus. Cada vez que se acercaba a su predio del lago Espejo Chico, se encontraba con una sorpresa. Las salidas del dueño de casa eran siempre impensadas, y confundían al más avisado. Y eso que a Ricardo no se le puede tildar de desprevenido.
La cuestión es que en aquella oportunidad a nuestro guía turístico se le dio por acercarse para saludar a su amigo, aprovechando un viaje que lo llevó a El Bolsón.
Dejó su mítico Fiat Uno en las cercanías de la cabaña del lugareño, y empezó a tranquear en su dirección. Así alcanzó a divisar a don Marcelino que salía de la misma, muy compuesto como siempre con su atuendo campesino, pero…. caminando de espaldas.
Ricardo se quedó pasmado. Le conocía unas cuantas a don Marcelino, pero ésta….
– Buenos días don Marcelino.
– Hola Ricardo. ¿Cómo anda de la vida?
– Bien por suerte. ¿Y usted?
– Muy bien. Tratando de recordar.
– ¿Y qué hace caminando para atrás?
– Precisamente camino para atrás porque me ayuda a recordar. Si caminara hacia adelante le podría contar lo que es el olvido.