Era por eso….

Cerca de Aluminé, en dirección al paraje Rahue nos encontramos con lugares de insondable belleza, donde vecinos y turistas acuden deseosos de descanso y en búsqueda de preciados trofeos de caza y pesca.

Pero además, parecería que algunos pobladores también en esos lares buscaban y encontraban respuesta a otras necesidades.

En realidad no debían viajar demasiado. A los 3 kms. de la mencionada localidad, se hallaba la estancia de una familia de las llamadas pioneras.

Denominamos así a los primeros habitantes llegados de afuera, distinguiéndolos de los originarios, los que la poblaban antes de la conquista.

La cuestión es que dentro de dicha estancia había una cabaña muy coqueta. De troncos, lo que se dice rústica. No demasiado grande, albergaba a familias de visitantes en temporada de turismo.

Fuera de temporada, los dueños de la estancia, que vivían en el exterior, en oportunidades se la prestaban a amigos muy de vez en cuando.

Lo que se dice era una casa subutilizada por sus dueños.

A corta distancia de la cabaña se había levantado un rancho. También muy cuidado. Lo ocupaba una pareja de puesteros oriundos de una comunidad mapuche cercana, migrados hacía ya un montón de años. Gozaban de la confianza de los dueños de la estancia. La pareja se encargaba del cuidado de la cabaña.

La puestera, es decir la esposa del puestero, era conocida por el apodo de «La Tonelada», dada sus proporciones anatómicas. No obstante sus dimensiones físicas, era ágil y voluntariosa.

Aluminé siempre fue una localidad pequeña, agradable, con subidas y bajadas. Una típica localidad cordillerana. Los vecinos dedicados a diferentes actividades: empleos públicos, turismo, forestación y demás.

Aparte del trabajo, también se divertían. Con todo derecho, qué tanto.

Pesca y nieve solía ser lo habitual. En el polideportivo se encontraban, canchas de fútbol y básket. Pero siempre se destacó la práctica del remo en las turbulentas aguas del río. Además de algún espacio bailable, lugares para degustar un café, o una copa, restaurantes. Lo que sí., no había cine.

Y otra cosa que no había, lo que se llamaban hoteles alojamientos en la jerga citadina.

De todos modos los amantes, sobre todo los jóvenes, no se hacían demasiado problema. Siempre conseguían algún espacio. La casa familiar, la de amigos, incluso simplemente un lugar más o menos agradable al lado del río, en la espesura del bosque. Todo muy romántico ¿no?

El tema se hacía más espinoso para los mayorcitos-as. Porque, por diversas razones, no operaban con la flexibilidad de la juventud. Por razones físicas, por el deseo de pasar desapercibidos, incluyendo en este ítem a quienes tenían compromisos relacionales, matrimoniales o de los otros.

Y ésta era la población aluminense que requería los servicios de la pareja de puesteros.

Por lo que ven, en realidad no estaba tan subutilizada la cabaña como las apariencias proponían.

En los tiempos en que la cabaña estaba disponible se sucedían las solicitudes de acceso. Para ser más preciso llamativamente era Tonelada la encargada de operar el espacio lúdico-amoroso. Tenía un par de llaves que distribuía como quién no quiere la cosa entre unos-as y otros-as.

La devolución de favores era variable. Dependía de los ocasionales ocupantes. Y así empleados bancarios, docentes, militares, personal de la Salud Pública, y demás, recompensaban a Tonelada con algún billete curso legal, alguna asistencia técnica de mantenimiento, leña para alimentar el hogar, bebida espirituosa y demás yerbas.

Nunca nadie supo la razón por la que don Segundo se quedara en segundo término en estos acuerdos.

Una hipótesis fuerte eran los nombres de los integrantes de la pareja.

La señora era conocida por Tonelada, y de hecho se debía imponer. Por su lado y llamativamente había una cierta concordancia temática con el apellido de Don Segundo. Éste se componía sucesivamente, de Huen, que quiere decir entre, cu que habla de oscuridad o fuego, y leo que anda. En fin, don Segundo Huenculeo prefería ni figurar quizás por su espíritu de discreción.

De todos modos la clientela del poblado en general ignoraba el idioma mapuche.

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