La brotada de Marisa

Marisa Vázquez estaba brotada de piel y de alma.

María Pía, trabajadora social de aquellas, pero sobre todo excelente persona, intentaba consolarla. Venía brava la mano esa tarde en el Hospital de Andacollo.

No era para menos el dolor y la reacción alérgica. Hacía un par de horas habían matado a su cuñada, a quién quería mucho. Amigas desde pequeñas, vecinas y también compañeras en la escuela, eran inseparables.

La reacción en la piel le cubría todo el cuerpo. También su respiración jadeante informaba el compromiso corporal.

Adrián la había medicado con lo de siempre, porque no era la primera vez que Marisa presentaba esta crisis, aunque nunca había sido tan fuerte. Estuvo más que ubicado en dejarla con María Pía, “la social” como solemos decirle.

Como siempre, ésta escuchaba y acompañaba. Yuyera de alma, al toque le estaba indicando una infusión de romero, pero ni ahí de mejorar. Por el contrario, recrudecieron los síntomas.

Fue entonces que María Pía salió con una de las suyas. Siempre dispone de alguna salida, un as en la manga.

– Cuando se calla algo importante a veces se habla con el cuerpo. Vos estás hablando con la piel. Hasta que puedas hacerlo normalmente. Lo único que falta es que se te aparezca en la piel escrito el nombre del que mató a Isabel.

Autor

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *