La Doctora de la moña

Recién llegados al pueblo, la incorporación de Adrián Lammmel y Marcelo Ríos al hospital de Tricao Malal despertó la expectativa de los pobladores. Siempre ocurre eso con un médico nuevo, calculen con dos de un saque.

Alfredo era el responsable de la mesa de entradas. Bien entrador y responsable el Alfredo.

Aprovechando su espacio funcionaba como intermediario institucional y comunitario. Y se las arreglaba bastante bien. Se nota que le hacía bien a la cosa porque hasta puso boliche en el pueblo.

En eso andaba cuando apareció doña Aprovechativa:

– Me dijeron que hay médicos nuevos capacitados. Era hora, porque siempre andamos perdiendo en Tricao. Como si no hubiera gente. Claro, los que tienen la manija no salen de los escritorios. Así le va al pueblo con los políticos. Y con los que por un empleo prefieren callarse la boca.

Alfredo prefirió la prudencia. A esta altura del partido se le habían ido las ganas de mediar.

Pero doña Aprovechativa estaba embalada.

– Y más vale que los médicos no reculen. Que les dure, porque siempre hacen buena letra de entrada, y enseguida se les descompone la mano. Por eso hay que aprovecharlos enseguidita.

– Sí, doña Aprovechativa. Pero descuide que son buenos médicos.

– Buenos médicos, eran los de antes. Don Gorgni era buen médico. Que andaba por todos lados. No como los de ahora, que hay que rogarles para que les atiendan a una. Y que tienen el culo atornillado a la silla. Encima, cuando se hacen la mano con los pobres paisanos, se van para la ciudad.

Medio casualmente, Adrián y Marcelo, estaban a un par de metros. Y escucharon toda la conversa. Adrián de frente a la abuela. Y Marcelo de espaldas. También ellos optaron por la prudencia.

Debemos agregar que Marcelo ostentaba en ese entonces una portentosa cabellera. Muy coqueto él, aprisionaba sus elementos capilares con un delicado moño de color claro, nunca se sabrá si a partir del despinte o haciendo juego con el color de la mañanita de su abuela paterna. Lo cierto es que el extremo distal de su peinado conformaba una vistosa cola que provocaba los celos de más de una adolescente.

– Bueno, ahora le doy con el doctor.

El pobre Alfredo, urgenteado por la demandante, señala a Adrián.

Doña Aprovechativa, selectiva ella, luego de una bichada de aquellas, responde:

– Pero yo no quiero con el pelado. Yo quiero con la doctora de la moña.

– ¿ Qué doctora de la moña ?

Doña Aprovechativa, bien tanteadora, le mete mano señalando a la espalda del coqueto profesional de la salud del interior neuquino:

– ¿ Esa doctora dice usted ?

– Sí, la doctora de la moña.

Sorprendido por la tanteada, Marcelo se dio vuelta. Entonces mostró en su toda su dimensión su rutilante barba. Porque de Marcelo se podrán decir muchas cosas, en realidad se dicen, pero nadie podrá negar su capacidad de curtir pelo.

Impresionada, pero como para que no digan que es una quedada, doña Aprovechativa le hizo a la contesta:

– Mire que había sido fieraza la doctora de la moña

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