La evaluación de Santi

Nuevamente me habían llamado del equipo de operadores de Salud Mental del Hospital de Bariloche para realizar lo que ellos denominan supervisión institucional, aunque prefiero llamarla co-visión para establecer diferencia con los estilos verticales clásicos.

Estaban con dificultades de hacia un tiempo, y como se trata de un equipo comprometido con la tarea trato de satisfacer su demanda del mejor modo posible.

El inicio lo fijamos a las 14 hs. en el Centro de Día del barrio Ñireco.

Acordé con mi hijo Santi, en ese entonces de 7 años de edad, que me acompañaría, así estábamos juntos y además paseábamos un poco por Bariloche.

Salimos temprano, y en mi auto llegamos a media mañana. Caminamos un rato, compramos un par de zapatillas, revistas para la espera, y almorzamos en un restaurant juvenil. Lo clásico, hamburguesas, gaseosas y de postre helado.

Ya se había hecho la hora así que nos acercamos al Centro. Acomodé a mi hijito en una sala vecina al espacio de reunión, provisto de computadora portátil y juegos, amén de las revistas.

Y así pasaron dos horas y media. En la juntada ya habíamos definido los temas duros y estábamos en etapa organizativa, mucho más relajada que la primera parte.

Repentinamente aparece en la reunión Santi. Lentamente se acerca y prudentemente, mirando a todos sin hablar para no interrumpir y como pidiendo permiso, toma asiento de manera pausada.

Todos asentimos también con la mirada. En realidad se había bancado como un duque un montón de tiempo y realmente los temas que faltaban no eran comprometidos.

Al rato terminamos el encuentro. Nos despedimos. Ya era de noche y nos aguardaba un viaje bastante largo.

Comimos algo liviano y salimos.

La noche, templada, el cielo estrellado y una luna de aquellas armaban un marco ideal.
Pero el cansancio hacía lo suyo.

Al rato me impresionó que mi niño dormía.

Por un lado mejor pues ya era tarde, aunque me perdía la conversa. Pero aproximadamente en la zona de Confluencia Traful, a una media hora de trayecto, repentinamente se incorporó en su asiento. Oteó a su alrededor, tomó aire y con voz suave, seria y con un componente de curiosidad, me pregunta:

– Decíme papá. Eso que hacías en esa casa es tu trabajo ? Es un trabajo ?

– Sí, Santi, ese es mi trabajo. Y es un trabajo. Fijáte el tiempo de ida, de vuelta, el que estuvimos en la casita…

El silencio campeó por un rato.

– Y… te pagan por eso ?

– Bueno… sí… me pagan por eso.

Otro período de silencio sucedió a mi respuesta. Pensaba en tanto que ciertamente trato de simplificar en todo lo posible mi tarea, también que no estuvo en el espacio mas difícil, …etc. etc… pero…

Pero lo cierto es que pensaba en su intervención y lo que podía elaborar en su pensamiento acerca del modo y sentido de mi trabajo.

Y así transcurrió otro rato, hasta que… apareció el broche de oro y disparó el misil que faltaba:

– Bastante fácil… no ?

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