Era una vecina de Junín de los Andes. Migrada hacía un tiempo, se radicó tratando de mejorar su vida. Y lo fue logrando. Participaba en un espacio grupal semanal. Allí los integrantes compartíamos necesidades y posibilidades, dándonos una mano si se podía, pero sobre todo escuchando y aceptándonos, en un proceso de conocimiento mutuo progresivo. Además Estela disponía de un espacio individual, donde también se hacía una evaluación de su medicación.
Periódicamente sufría crisis, a veces de excitación y en otras se sumía en tiempos de tristeza. En oportunidades debíamos internarla en el hospital durante unos días hasta que superaba el brote.
Aquella vez, en la entrevista individual, hablábamos de sus vínculos familiares.
– Y sí, es cierto que tuve una relación regular con mi hermana Julia. En realidad, siempre la soporté. Desde chiquita, porque era la consentida de mis padres. Claro, como era la hermana menor. Y después, de grande, ya muertos mamá y papá, siguió la historia.
– ………
– La verdad es que no la aguantaba más. Me fui porque sino la mataba. Siempre engreída. Para peor se le desató la calentura y andaba siempre buscando guerra.
Porque yo seré loca de arriba, pero Julia es más loca que yo, pero de abajo.