Marta Barrera estaba haciendo sus primeras armas en el flamante cargo de agente sanitario. Y, la verdad es que si bien era muy emprendedora, o quizás también por ello, a veces se equivocaba feo. Porque todo lo quería arreglar rápido. Y se metía en cada una.
-Que suerte que la veo.
– Hola, don Santiago. ¿En qué lo puedo ayudar?
– Vea, Marta. Don Manuel, mi vecino, anda bien jodido. Lo dieron de alta hace dos días pero no sé si recayó, porque no sale de la cama. La hija me pidió que la buscara y se quedó cuidándolo..
– Bueno. Ya mismo vamos a verlo. ¿Me acompaña?
Marta recién terminaba de almorzar y ese verano venía caluroso. Nuestra delegada sanitaria barrial vestía, si bien es un decir que vestía, un pantaloncito super corto de esos atléticos con una blusita más que diminuta y medio transparente. Bah… estaba de entrecasa que le dicen. Y allí nomás dada la urgencia del pedido rumbearon para lo de don Manuel, que vivía en un asentamiento precario, en una casita que de vieja ameritaba su reemplazo a gritos. Luego de anunciar su llegada son invitados a ingresar al lúgubre recinto. Y a través de la penumbra Marta alcanzó a divisar al vecino, acostado y quejándose. Su hija al lado intentaba en vano consolarlo.
– Hola Marta… Gracias por venir a esta hora. La sacamos de su descanso porque mi papá no reacciona. Está postrado desde ayer, y se queja. Toda la noche se pasó dolorido. En el hospital le dieron hace pocos días de alta por lo del riñón. Los médicos me dijeron que posiblemente tendrá que entrar en diálisis. Y no sé que hacer…
– Bueno, Eusebia. ¿Y usted, don Manuel, cómo dice que le va?
El susodicho no se lo esperaba. La aparición de la blonda Marta en atuendo estivaldeportivo lo excedió en sus expectativas. Y emergió de la nebulosa de su situación de dolor cuasi milagrosamente. Su repentina recuperación podría figurar en algún tratado de reanimación intensiva psicofísica, o quizás de magia blanca.
Lo cierto es que se incorporó como impulsado por resorte y comenzó a perseguir a Marta en camiseta y revoleando en la mano izquierda su calzoncillo. Eusebia a los gritos le advertía que Marta era agente sanitario y no una de «las chicas de arriba».
Tras dar una vueltita a todo trapo por el pequeño patio, nuestra operadora sanitaria aprovechó el envión y se llegó hasta la salita barrial a pedir la ambulancia, con chofer y enfermero de sexo masculino para que ayuden al recuperado que había dejado emergido de su postración.
Novata pero eficiente la nueva agente sanitario. Ni que fuera una de las «chicas de arriba».