Las exageraciones de don Exagerado

La antigua confitería «La Ideal» era el lugar de reunión indispensable en Junín de los Andes. Servían un buen café, la atención era inmejorable, pero sobre todo, como era la parada de las líneas de colectivo, se constituía en el punto indicado para enterarse de quién llegaba, quién se iba, y sobre todo, quién despedía o recibía a quién.

Otra que panóptico…

Y allí acostumbraba desayunar don Exagerado Inostroza, vecino de los antiguos, renombrado por sus cuentos lugareños, siempre matizados por su frondosa imaginación.

Fue entonces que apareció un recién llegado, que se presentó según su muy formalmente:

– Cabo primero Rotundo Julio Argentino. Clase 36, 2a. Compañía Regimiento 4 de Artillería de Montaña. Incorporado a la unidad hace dos meses.

Tras la invitación de don Exagerado se inició el diálogo con una taza humeante presidiendo el convite:

– Sequía la de este verano.

– Ya lo creo. Hace mucho que no tenemos un verano así. Encima con lo del volcán.

– Ni más ni menos, don Exagerado. Se levanta una brisita y ya andamos todos empolvados.

– Debe ser por el agujero ése que dicen.

– Claro, el de ozono.

– Antes, cuando no estábamos tan agujereados, las cosas rumbeaban por otro lado.
Pero no crea que la llevábamos tan de arriba.

– Ahh… Pero no sería tan complicados como lo de ahora.

– Mire. Ahora hay sequía, pero antes caía demasiada agua de arriba.

– ¿Tanta agua caía?

– Imagínese. El Chimehuín se salía de cauce. Y cuando se desbordaba el río había que aguantarse.

– ¿Y como cuánto crecía el Chiumehuín?

– ¿Usted sabía que antes teníamos una balsa para cruzar al otro lado?

– No lo conocía al detalle.

– Bien. La balsa ya no la podíamos usar cuando crecía el río porque no había quién pudiera manejarla.

– Me imagino. Por lo caudaloso de la corriente, supongo.

– Claro. La correntada era tan fuerte que había que atarla para que no la arrastrara.

– Jodido el asunto balsístico.

– Por suerte teníamos la capilla.

– ¿Y la capilla no se inundaba?

– Sí se inundaba, pero la punta siempre sobresalía del agua. Porque, eso sí, no nos podemos quejar. Buena cúpula la de nuestra capilla. Y por eso allí le atábamos la balsa, propiamente en la base de la cruz de la punta. ¡Lugar firme la base de la cruz de la cúpula de la capilla!

No había correntada que pudiera con el agarre eclesiástico, que tanto. Bien importantes las crecidas del Chimehuín en el antiguo pueblo de Junín de los Andes, según las contadas de don Exagerado.

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