Navidad en la guardia

Es todo un tema las Fiestas tradicionales en los hospitales. Por una parte, suele ser una época en que muchos se toman vacaciones. Los que quedan, trabajo a destajo.

También pesa el cansancio que se arrastra de todo el año laboral. Además, el evento convocante tiene una fuerte impronta familiar, que compite con la obligación laboral. Etc., etc.

Lo cierto es que a los que les toca, mucha gracia no les hace. Pero son los gajes del oficio, que le dicen…
Esta historia me la refirió Daniel Gómez, y a él, a su vez se la contaron, pero con garantía de verosimilitud.

Una señora de vestimenta humilde acudió a la Guardia del Zatti con una lesión en el pie producto de la pinchadura por un clavo.

Luego de la espera consabida, mayor que la habitual pues suele haber más demanda de urgencias en la época, ingresó acompañada por su hijito, de aproximadamente cinco años, a quién llamaremos Hugo.

El niño, callado, observó con atención como curaban a su mamá sin un solo comentario.

Estela, la enfermera a cargo de la tarea, eficiente, tampoco hablaba.

Seguramente estaba pensando que su familia en el hogar estaba compartiendo el almuerzo de Navidad. Su marido y sus hijos seguramente aprovechaban los restos del asado de la Nochebuena. Y pronto se estarían echando una siesta de aquellas.

Repentinamente el orden se altera. Ingresa abruptamente al recinto un hombre de edad avanzada que es acompañado por un policía.

Impresiona su rostro: sucio, amoratado, hinchado, y encima sangrando.

También su vestimenta está teñida de rojo.

Inmediatamente a su ingreso es atendido por una médica y un enfermero, precisamente en el box aledaño.

Hugo, muy impresionado, y luego de esperar un poco, emite su primera frase:

– Pobre señor. Qué le habrá pasado ?

Y, conmovido, regresó a su mudez inicial.

Con un tono de chanza, tratando de quitarle gravedad a la situación, Estela le contesta:

– Ese es Papá Noel, y seguro que chocó en el camino con su trineo.

– Ahh… Pobre… Con razón anoche no pudo traerme la camiseta de Boca que le pedí.

Ahí terminó la charla. La mamá y Estela cruzaron una mirada. Ya la ironía se había borrado del semblante de la enfermera, que se retiró casi abruptamente en cuanto terminó la curación.

En tanto, le colocaron a la señora la medicación antitetánica y el médico le pidió que aguardaran un momento.

Con todo el tiempo acumulado, un ratito más no cambiaba la cosa.

Y cuando el ratito llegó a su térmio, apareció Estela con un paquetito:

– Tomá, nene.

Esta vez su voz, cargada de dulzura, había trascendido su ironía inicial.

– Me encargó Papá Noel que te lo diera. Me dijo que anoche no te lo pudo acercar por lo del accidente.

De lejos, los demás integrantes de la Guardia observaban. Por suerte la esposa del bioquímico tenía su negocio cerquita del hospital, así que pudieron conseguir a las disparadas la camiseta de Boca para Huguito.

Encima, con pantaloncito y medias al tono.

Para mejor la colecta armada a la disparada por los integrantes de la guardia alcanzó también para comprar helado del local la esquina.

Bien dulce la atención del Servicio de Guardia del Hospital Zatti en la épocas navideña.

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