Otra de León

Ya he hablado alguna vez de León, caracterizado vecino de Aluminé y asiduo concurrente a las salas de internación del también caracterizado hospital del lugar.

Bah… para hacerla corta León se interna y externa cuando quiere. De nada han servido las recomendaciones académicas, el autoritarismo médico hegemónico ni las solapadas entrevistas psicoterapeúticas.

Es que nuestro héroe desarrolló las llamadas “estrategias de supervivencia”, que le han permitido hacer frente a las contingencias de la vida. Y a las necesidades hay que encontrarles respuesta como sea. Es que el frío, el hambre y la soledad a veces son cosa seria.

Es entonces que León, armado con su mejor sonrisa, rumbea para el hospital.

Es cierto que en el nosocomio está como en su casa. Amigo de todos los empleados no profesionales que como él son originarios del lugar. En cambio, los egresados universitarios casi siempre vienen de afuera y para más suelen quedarse poco tiempo.

A los tres años ya están pidiendo traslado a alguna ciudad más grande.

Pero no vayamos a creer que León se la lleva de arriba.

En esta oportunidad nada más y nada menos que el director del hospital lo llama:

– Hágame el favor León. Ocúpese de que sus compañeros de sala se dirijan a la iglesia evangélica del frente y hable de mi parte con el pastor Iñiguez para que los adoctrine un poco.

Curioso enfoque el de José Luis, destacado médico general orientado a la mecánica de autos antiguos, motos antidiluvianas y otras yerbas. Ignoraba que tuviera veleidades de psicoterapista teológico ocupacional.

Lo cierto es que nuestro inefable León inmediatamente puso en pie de guerra a sus dos compañeros de sala y los hizo vestir lo más decorosamente posible. Al menos según su gusto.

Con Don Ernesto que estaba internado cursando una crisis hipertensiva consiguió que encima del pijama hospitalario ostentara una vistosa salida de baño a rayas amarillento, churretera combinando con un verde musgo. Haciendo juego unas vistosas alpargatas rurales y medias al tono. Con Don Justo, justamente también internado por una abstinencia alcohólica habilitó un buzo deportivo que décadas atrás luciera el campeón de bochas de la localidad combinando con una bombacha bataraza ecológica, es decir con abundantes agujeros por doquier.

Prestos los tres abandonaron el hospital y se dirigieron a la iglesia evangélica del frente que como todos sabemos está capitaneada por el honorable pastor Iñiguez, conocido por sus arengas morales en las que suele apelar a polos ora conflictivos ora complementarios. Por ejemplo salvación y condenación, condena vociferante de pecados y también estentóreas alegrías absolutorias, etcétera.

Pero se nota que el pastor no estaba advertido de la maniobra directorial porque se sintió conmovido con la penetración en el recinto sagrado de estos tres pecadores consuetudinarios que acudían a su prédica.

– Adelante hermanos! El Espíritu Santo los trajo hacia mi. Es una oportunidad para ustedes y también, por qué no, para mi persona. Elevemos loas al Señor.

Impresionados por el despliegue pastoril, los tres hospitalarios no atinaban a emitir ninguna opinión. Por supuesto que el Pastor Iñiguez no necesitaba de ellas para continuar su prédica

– Y por último queridos hermanos, los comprometo a concurrir al culto de pasado mañana a las 18 hs. para integrarse a nuestra feligresía. Y como ofrenda divina les entrego a cada uno un ejemplar de los santos evangelios.

Y dicho y hecho, el Pastor ahí nomás puso en las manos de los potenciales feligreses un ejemplar del libro sagrado.

Agobiados o esperanzados, nunca se sabrá, nuestros héroes volvieron al recinto hospitalario que será más profano pero que tiene lo suyo también.

– Y cómo les fue en el culto, León?

– Y muy bien doctor, fíjese que hasta el pastor Iñiguez nos regaló un evangelio a cada uno con la condición de que vayamos al culto de pasado mañana.

– Ni se les ocurra dejar de ir.

– Por supuesto doctor, délo por hecho.

Tamaña responsabilidad la adquirida por nuestro protagonista. Tenía que responder al contubernio médico- pastoril.

Y así nomás fue, porque a los dos días ya estaba arengando su tropa para la concurrencia cultística. Observó, eso sí, bajas en sus huestes. Justamente Justo había sido dado de alta esa mañana.

Pero León no es de arredrarse así nomás. Bien alentado se dirigió al domicilio de Justo con el tiempo suficiente para recordarle el compromiso adquirido e integrarlo a la comitiva.

– No, dejáte de joder. No tengo ningunas ganas de salir de casa. Estoy desustanciado y tengo que componer el cuerpo.

Buena compostura de cuerpo se estaba dando Justo con la damajuana que ya mostraba su proporción degustada. Para hacerla corta, buen pedo tenía Don Justo.

– Pero cómo no vas a ir al culto, si te comprometiste. Y si no vas, nosotros cómo quedamos ante el Pastor Iñiguez.

– Terminala ya y no voy nada!

La impotencia se apoderó del semblante de León. Se había hecho tantas ilusiones con la recuperación psicofísica- espiritual de Justo que hasta él había dejado de chupar para estar a tono con el acontecimiento. Fue entonces que en un gesto espontáneo y enérgico se apoderó del evangelio oportunamente recibido por Justo de manos del Pastor Iñiguez y le espetó:

– Vos no irás al culto, pero el librito yo lo devuelvo.

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