Pavada de bienestar

La historia de los seres comunes, sus lugares, sueños, proyectos, picardías y penas, tienen sus intérpretes. Porque son esencialmente los cuentistas orales los que mejor la transmiten. Recordemos que muchos pueblos originarios no tenían escritura, y era la palabra dicha, oída y nuevamente dicha, de generación en generación, la que construía su memoria.

Y hablando de narradores, algún día tenían que encontrarse. Ambos personajes de aquellos, famosos en sus respectivos ámbitos. Uno, don Luis Landriscina. Conocido y reconocido a nivel internacional. El otro, don Juan Salgado, en lo local. Que portaba lo suyo. Porque en lo local se juega no solamente lo que se dice. Para ser apreciado por los vecinos, por los cercanos, se necesita mucho más que hablar.

La cosa es que ambos narradores siempre fueron muy queridos y admirados.

En aquella oportunidad don Luis andaba de gira y cayó por nuestro San Martín de los Andes. Hace ya unos cuantos años. Y se puso en campaña para conocer a don Juan.

Sabido es que don Luis es un excelente cazador de historias. Tiene sus contactos. Así en cada lugar busca su gente.

Entre cazadores de historias se entienden. Y lo encontró nomás, y se pusieron a matear, y sobre todo a contarse sucedidos e inventados. Una va y otra viene, y así toda la noche. Ya se venía la claridad cuando le entraron a meter al tema personal.

– ¿Y cómo dice usted que le va la vida?

– A mí fenómeno. Imagínese, don Juan, desde Cosquín en adelante me conocen y llaman de todas partes. Encima, lo único que hago es contar lo que me cuentan otros. Como usted, por ejemplo. También de todos lados me llueven las historias. Que más puedo pedir. Es lo que hago y lo que quiero hacer.

– Eso se llama suerte. Lo felicito y sé que la merece.

– ¿Y a usted cómo le va en su vida?

– Y qué le puedo decir. Ando fenómeno. Familia, trabajo, amigos. Está bien que aquí, en mi lugar y con mi gente, pero más no puedo pedir.

– Y usted también lo merece. Sé que es una muy buena persona.

– Mire, don Luis. Qué le puedo decir. Figúrese que para aunque sea recordar y poder sentir algo distinto a lo lindo, el otro día tuve que ponerme una piedrita en el zapato.

Caminé entonces un trecho para así poder recordar lo que es sufrir aunque sea un poquito.

Pavada de felicidad la de don Juan Salgado

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