León no había perdido sus mañas. En esta oportunidad estaba internado desde hacía una semana larga. Había que recuperar fuerzas para aguantar el invierno.
Encima había ganado nuevamente, esta vez a la taba, en una tenida que se realizó dentro del garaje de las ambulancias, al fondo del hospital. Se comprende que se usara ese recinto cerrado, pues había nevado y encima llovido. Razón más que suficiente para resguardarse de las inclemencias del tiempo invernal. Porque no puede ser que uno se interne por un problema y salga sufriendo otro. Ya de por sí es suficiente con los daños provocados por el alcohol como para sumar encima una pulmonía.
Esta inquietud preventiva no colisionaba con la costumbre de León de deambular, por el hospital, visitando a los otros pacientes, internados o ambulatorios, o sino a los vecinos, con quiénes departía en la vereda o directamente en sus domicilios, cultivando el arte de degustar mates y diálogos concienzudamente prolongados. Hasta que se hacía la hora mágica en que el personal hospitalario distribuía las raciones alimenticias, lo que determinaba el cese de las visitas y el regreso leonístico al
nosocomio.
Lo cierto es que nuevamente estaba Jesús con la sangre en el ojo por haber perdido en el juego de taba. Y nuevamente apeló al teléfono mágico.
– Hola. .. Hablo con el Sr. León?
– Así es. Quién habla ahí?
– Habla el Oficial Principal Lemonao.
– Sí, jefe. Ordene nomás.
– Tenemos la información de que usted está comprometido en la muerte de Desprotegido Insunza, masculino de su conocimiento, ocurrida en la vía pública.
– Pero cómo puede decir eso, jefe. Si era mi amigo, y si se murió de frío.
– La autopsia indica que el occiso fue agredido por alguien de su confianza. Y usted, si no me equivoco, y si no se equivocan los informantes del caso, lo frecuentaba asiduamente.
– Pero… jefe. Cómo voy a ser yo, si estoy internado desde hace una semana.
– No me haga reír, que me agarra el pasmo. Si usted en el hospital ni siquiera duerme, si está saliendo cuando quiere, si nunca está en la cama, si se interna para hacer sociales.
– Pero, jefe, no me puede decir eso. Está ofendiendo a los profesionales
– Y más le voy a decir. Salgo inmediatamente para el hospital para descubrir su coartada.
Y nuestro asediado paciente escuchó el clic del corte del teléfono pretendidamente policial. Y ahí nomás salió disparando hacia la cama que supuestamente debería estar ocupando en su función de paciente hospitalario internado.
En el pasillo se encontró con Jesús, quién le preguntó:
– Para dónde vas tan apurado ¿
– Salgo volando para meterme en la cama porque viene el Oficial de inspección.